domingo, 6 de abril de 2008

"San Tarsicio"



San Tarsicio, Santo patrono de los Acólitos


Se le conoce también como el mártir de la Eucaristía. Durante el periodo de del emperador Valeriano, los cristianos para poder celebrar sus cultos se veían obligados a esconderse en las catacumbas o cementerios romanos.

En una de esas tantas celebraciones el pequeño Tarsicio había presenciado la ejecución del mismo Papa por soldados romanos mientras celebraba la Eucaristía en una de estas catacumbas. La imagen macabra quedó grabada fuertemente en su alma de niño y se decidió a seguir la suerte de los mayores cuando le tocase la hora, que ojalá decía él fuera ahora mismo.

Un día estaban celebrando la Eucaristía en las catacumbas de San Calixto. El Papa Sixto recuerda a los otros encarcelados que no tienen sacerdotes y que por lo mismo no pueden recibir el cuerpo del Señor. Pero ¿quién será esa alma generosa que se ofrezca para llevarles el cuerpo del Señor? Son montones las manos que se alargan. Todos están dispuestos a morir por Jesucristo y por sus hermanos. Uno de estos es Tarsicio, lleno de emoción el anciano Sixto, exclama: “¿Tú también Hijo mío?”-“¿Y por que no, Padre?” Nadie sospechara de mis pocos años. Ante tan intrépida fe el anciano no duda. Toma con manos temblorosas las Sagradas formas y en un replicario las coloca con gran devoción a la vez que entrega al pequeño Tarsicio, de apenas 11 años, con esta recomendación: “Cuídalas bien, hijo mío” – “Descuide, Padre, que antes pasaran por mi cadáver que nadie ose tocarlas”.


Sale fervoroso de las catacumbas y poco después se encuentra con unos niños de su edad que estaban jugando. Al ver a Tarsicio que iba muy deprisa mientras apretaba las manos con fervor sobre su pecho uno de ellos exclama: -“A ver, a ver que llevas ahí escondido”, e intentan verlo. Lo derriban a tierra, le dan de golpes, derrama sangre. Todo inútil. Ellos no salen con la suya. Tarsicio por nada del mundo permiten que le roben aquellos misterios a los que ama más que a si mismo. Al momento pasa por allí Cuadrado, un fornido soldado que esta en el periodo de catecumenado y conoce a Tarsicio. Huyen corriendo los niños mientras Tarsicio, llevado a hombros por Cuadrado, llega hasta las catacumbas de San Calixto, en la Vía Appia. Al llegar, ya era cadáver. Desde entonces el frío mármol guarda aquellas sagradas reliquias.


Sobre su tumba escribió el Papa San Dámaso este hermoso epitafio: "Lector que lees estas líneas: te conviene recordar que el mérito de Tarcisio es muy parecido al del diácono San Esteban, a ellos los dos quiere honrar este epitafio. San Esteban fue muerto bajo una tempestad de pedradas por los enemigos de Cristo, a los cuales exhortaba a volverse mejores. Tarsicio, mientras lleva el sacramento de Cristo fue sorprendido por unos impíos que trataron de arrebatarle su tesoro para profanarlo. Prefirió morir y ser martirizado, antes que entregar a los perros rabiosos la Eucaristía que contiene la Carne Divina de Cristo".


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