viernes, 23 de mayo de 2008

Ceremonia "Entrega del Alba"



¡Hola!

Les Saludamos Con gran Alegría ya próximo a celebrar la Solemnidad de Corpus Christi, en la cual 17 niños y niñas que se han formado durante aproximadamente 1 año, recibirán su alba y prestarán servicio en el altar.

A continuación, la ceremonia que será realizada dentro de la misa de Corpus Christi de este Domingo 25 de Mayo de 2008, después del Evangelio...

CEREMONIA DE ENTREGA DEL ALBA

Cristopher: Padre, al igual que la Solemnidad de Corpus Christi Pasada, este año, en esta misma celebración, queremos pedirle acepte la incorporación de estos 17 niños y niñas al servicio del altar.

Alexis: Ellos se han preparado con formación y oración durante aproximadamente 1 año y ahora quieren manifestar su deseo y hacer su compromiso públicamente ante esta comunidad.



I.- Examen del celebrante:

Celebrante: Niños y niñas, ¿qué vienen a pedir?
Candidatos: Pedimos ser aceptados como monaguillos.
Celebrante: ¿Saben a que se comprometen?
Candidatos: Sí, Padre. Queremos velar por el decoro del culto divino y servir al sacerdote en el altar, para mayor gloria de Dios y edificación de los fieles.


Guía: El Sacerdote Acaba de hacer el examen a estos niños y a sus formadores, ahora procederá a dar su aprobación.



II.- Aprobación:
Celebrante: Queridos niños: Desde el día de su bautismo ustedes son hijos de Dios y forman parte de la Iglesia. Ahora, animados por sus padres y por la comunidad cristiana, quieren servir con una dedicación mayor, ayudando al sacerdote en el altar. La Iglesia les acoge con este propósito.

Guía: Aceptados y aprobados por el Sacerdote, harán su promesa ante Dios y su altar, en el cual, desde hoy, prestarán servicio.


III.-Promesas:



Celebrante: Acérquense al altar y pronuncien la formula de su promesa.
Candidatos: Prometo hacer cuanto pueda por el decoro de la Sagrada Liturgia en honor a Jesucristo a quien amo y creo presente en el Santísimo Sacramento del altar. Espero cumplir bien con el auxilio de su gracia.

Guía: Antes de ser revestidos como monaguillos, el Sacerdote les bendecirá a ellos y sus vestimentas, albas y cíngulos.

Oración de Bendición


Celebrante:
Oh Dios, que has enviado al mundo a Jesucristo, tu Hijo para salvar a los hombres, bendice + estas albas y a estos hijos e hijas tuyos que hoy se presentan ante ti, para que los hagas dignos de servir en el altar, y contribuyan, con su bondad y alegría, a revelar la grandeza del misterio pascual de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.


Todos: Amén
Guía: Ya impuesta la bendición a sus vestimentas y a ellos, serán revestidos por un familiar quien les pondrá el alba y por un padrino o madrina monaguillo quien le pondrá el cíngulo.



IV.- Entrega del alba

Los postulantes se giran hacia la asamblea en donde sus padres le revisten diciendo:

“Recibe esta vestidura blanca, como símbolo de la pureza que es necesario tener para el servicio de Dios”

Luego giran nuevamente hacia el altar en donde su padrino o madrina monaguillo le pondrá su cíngulo diciendo:

“Recibe este cíngulo, es símbolo de penitencia, de castidad y justicia, recordándonos el látigo con que fue azotado Jesús en casa de Pilatos”

Solemnidad de Corpus Christi

Corpus Christi: "Cuerpo de Cristo", en latín.


Esta fiesta conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso se celebraba en la Iglesia Latina el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. En los Estados Unidos, Chile y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.

La Solemnidad de Corpus Christi se remonta al siglo XIII. Dos eventos extraordinarios contribuyeron a la institución de la fiesta: Las visiones de Santa Juliana de Mont Cornillon
y El Milagro Eucaristico de Bolsena/Orvieto.


Urbano IV, amante de la Eucaristía, publicó la bula “Transiturus” el 8 de septiembre de 1264, en la cual, después de haber ensalzado el amor de nuestro Salvador expresado en la Santa Eucaristía, ordenó que se celebrara la solemnidad de “Corpus Christi” en el día jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, al mismo tiempo otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la santa misa y al oficio. Este oficio, compuesto por el doctor angélico, Santo Tomás de Aquino, por petición del Papa, es uno de los más hermosos en el breviario Romano y ha sido admirado aun por Protestantes.


La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306. El Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. Publicó un nuevo decreto incorporando el de Urbano IV. Juan XXII, sucesor de Clemente V, instó su observancia.


Procesiones. Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV y se hicieron bastante comunes en a partir del siglo XIV.
El Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad, y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Juan Pablo II ha exhortado a que se renueve la costumbre de honrar a Jesús en este día llevándolo en solemnes procesiones.


En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.



sábado, 10 de mayo de 2008

Cumpleaños de la Iglesia, Pentecostés

Fiesta de Pentecostés



Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el don de la ley.
En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2 1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168).

PENTECOSTÉS, algo más que la venida del espíritu...

La fiesta de Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después de la Pascua. En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha y, posteriormente, los israelitas, la unieron a la Alianza en el Monte Sinaí, cincuenta días después de la salida de Egipto.

Aunque durante mucho tiempo, debido a su importancia, esta fiesta fue llamada por el pueblo segunda Pascua, la liturgia actual de la Iglesia, si bien la mantiene como máxima solemnidad después de la festividad de Pascua, no pretende hacer un paralelo entre ambas, muy por el contrario, busca formar una unidad en donde se destaque Pentecostés como la conclusión de la cincuentena pascual. Vale decir como una fiesta de plenitud y no de inicio. Por lo tanto no podemos desvincularla de la Madre de todas las fiestas que es la Pascua.

En este sentido, Pentecostés, no es una fiesta autónoma y no puede quedar sólo como la fiesta en honor al Espíritu Santo. Aunque lamentablemente, hoy en día, son muchísimos los fieles que aún tienen esta visión parcial, lo que lleva a empobrecer su contenido.

Hay que insistir que, la fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico en donde los cristianos tenemos la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, su Ascensión y la venida del Espíritu Santo.


Es bueno tener presente, entonces, que todo el tiempo de Pascua es, también, tiempo del Espíritu Santo, Espíritu que es fruto de la Pascua, que estuvo en el nacimiento de la Iglesia y que, además, siempre estará presente entre nosotros, inspirando nuestra vida, renovando nuestro interior e impulsándonos a ser testigos en medio de la realidad que nos corresponde vivir.

Culminar con una vigilia:

Entre las muchas actividades que se preparan para esta fiesta, se encuentran, las ya tradicionales, Vigilias de Pentecostés que, bien pensadas y lo suficientemente preparadas, pueden ser experiencias profundas y significativas para quienes participan en ellas.
Una vigilia, que significa “Noche en vela” porque se desarrolla de noche, es un acto litúrgico, una importante celebración de un grupo o una comunidad que vigila y reflexiona en oración mientras la población duerme. Se trata de estar despiertos durante la noche a la espera de la luz del día de una fiesta importante, en este caso Pentecostés. En ella se comparten, a la luz de la Palabra de Dios, experiencias, testimonios y vivencias. Todo en un ambiente de acogida y respeto.
Es importante tener presente que la lectura de la Sagrada Escritura, las oraciones, los cantos, los gestos, los símbolos, la luz, las imágenes, los colores, la celebración de la Eucaristía y la participación de la asamblea son elementos claves de una Vigilia.
En el caso de Pentecostés centramos la atención en el Espíritu Santo prometido por Jesús en reiteradas ocasiones y, ésta vigilia, puede llegar a ser muy atrayente, especialmente para los jóvenes, precisamente por el clima de oración, de alegría y fiesta.

Algo que nunca debiera estar ausente en una Vigilia de Pentecostés son los dones y los frutos del Espíritu Santo. A través de diversas formas y distintos recursos (lenguas de fuego, palomas, carteles, voces grabadas, tarjetas, pegatinas, etc.) debemos destacarlos y hacer que la gente los tenga presente, los asimile y los haga vida.
No sacamos nada con mencionarlos sólo para esta fiesta, o escribirlos en hermosas tarjetas, o en lenguas de fuego hechas en cartulinas fosforescentes, si no reconocemos que nuestro actuar diario está bajo la acción del Espíritu y de los frutos que vayamos produciendo.
Invoquemos, una vez más, al Espíritu Santo para que nos regale sus luces y su fuerza y, sobre todo, nos haga fieles testigos de Jesucristo, nuestro Señor.